A mí misma, por ser valiente

Y cuanto más alto vuelas más fuerte es la caída, porque protegerse siempre fue la opción más humana, porque vivir intensamente algo está sobrevalorado para corazones rotos. 

Donde halles las paz deberías permanecer, te lo debes, y si está tras el escudo que tantos años te ha llevado crear, paso al frente y adelante, porque lo ha creado tu más pura esencia con cada paso dado, con cada una de tus decisiones, de tus errores y de las veces que fluiste alejando fantasmas como quien puede permitirse gritar que nunca ha estado ahí frente a otros ojos pero con similar mirada. Cada una de las veces que te has aventurado a vivir.

Casi siempre en el ahora, que es lo único cierto que tenemos.

Esa esencia a la que algún día volverás cuando comprendas que debes quedarte donde se te permite ser, sin más. Sea detrás de ese escudo o justo delante de él. Cuando aprendas que quererte es lo más honesto que puedes hacer por otra persona.

A donde con gusto iría. Que más nos daría la velocidad o el nombre que tenga si la felicidad, quien mide bien,  la está midiendo por momentos en los que ha sido feliz, en los que HA VIVIDO. Y eso nunca es un fracaso.

Sal a vivir me dijeron hace poco.Y empecé a llevarlo como bandera.

Hazlo en la forma que debió ser desde primeros de cada mes a recordar de años varios que debieron llegar, en los que habría podido permitirme el lujo de seguir exponiéndome a riesgos por la seguridad que me daba saber que estarías para sanarme. Qué difícil es aprender que de los golpes tenemos que defendernos solos.

Quizá este tipo de aprendizajes sean los que le dan a la vida el impulso que nos conduce a volver a intentarlo una y otra vez cuando llega un día en el que te cruzas con una mirada que hace que se se unan todas las piezas que desde hace tiempo bailaban en tu cabeza, y se enciende esa luz que te dice que esto no es lo común, que no puedes huir, con la infundada muchas veces esperanza de que esta vez saldrá bien, a corazón abierto y mente en blanco, a despejar la duda, viviendo en el abrazo que te podría romper al desvanecerse. Porque por achacarlo a algo que no sea a la ingenuidad humana, debe tener la culpa nuestra condición de ser social, que nos conduce inevitablemente al refugio en unos brazos donde todo cabe, cuando lo ves con la distancia que no te habías permitido, cerrando los ojos a sabiendas que podrías estar saltando al vacío, porque siempre has sabido que como medio de prueba solo tienes ese salto para descubrir a donde perteneces. Esa es la vacuna contra el miedo, y te agarras fuerte, porque ese impulso en el que ya habías vivido otras veces es más grande que los miedos. Y ya no basta con confiar en ti mismo, si no en quien iba a estar para siempre.

Porque al final resultará cierto que las historias eternas son las más breves.

Porque a veces algo tan simple como vivir trae consecuencias.

Otras no. 

A. M. S. R.



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