La vida nunca funciona así

Hace muchos años, mucho antes del confinamiento y de que nuestra vida fuese asaltada y secuestrada por el Coronavirus, la película coreana Parásitos triunfó en los Oscar. No sé si lo recuerdan. Éramos unos indocumentados, unos ilusos que todavía ocupábamos nuestro tiempo hablando de otras cosas. De esa película recuerdo especialmente un diálogo entre el padre y la hija, que venía a decir algo así:

«¿Sabes qué tipo de plan nunca falla? Ningún plan. ¿Sabes por qué? Si haces un plan, la vida nunca funciona así. Mira a nuestro alrededor. ¿Acaso pensaron esta gente en, «Pasemos la noche en un gimnasio»? Pero mira ahora. Todos están durmiendo en el suelo, nosotros incluidos. Por eso la gente no debe hacer planes. Sin un plan, nada puede salir mal. Y si algo se sale de control, no importa».

El otro día me fue imposible no acordarme de esa escena mientras estaba en mi balcón, haciendo como que leía, intentando aprovechar un poco de sol. Ese día justo que era Domingo de Ramos y llevaba semanas planeando cómo sería y qué haría con mis amigos. Ese día justo que mi abuela cumplía 84 años sola en su casa, sin poder ver a sus hijos y nietos. Una situación que nunca llegué a pensar que pudiera suceder.

Tenía razón el protagonista de Parásitos, la vida nunca funciona como la planeamos.

*

Este verano estuve en El Algarve con unos amigos. Recuerdo especialmente una tarde en el Cabo San Vicente, viendo el atardecer y cómo se escondía el sol por el mar, un momento digno de una epifanía en el cual el paisaje me reveló las claves y los planes para ser mucho más feliz, o eso pensaba en ese momento, un trance del que salí convencidísimo de las cinco cosas que me harían feliz ya para siempre. Como cuando a Simba se le aparece Mufasa entre las nubes, más o menos.

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En cambio, estos días de confinamiento y soledad forzosa me han servido para darme cuenta de que no sólo no he cumplido todos los propósitos que me hice en verano, sino que mis momentos más felices desde aquel día probablemente jamás los hubiese planeado ni me pasaron por la cabeza, no estaban en mis famosos planes ni en mis listas de «cómo ser más feliz».  Han sido gracias a situaciones o personas imprevistas, que sucedieron sin planear y simplemente las intenté disfrutar mientras sucedían.

Como intento hacer ahora ante esta nueva situación y como intenté el pasado Domingo de Ramos, que en vez de martirizarme por no estar donde pensaba estar con mis amigos, por no poder besar a mi abuela o por tener la sensación de que esto se ha ido fuera de control, intenté disfrutar un poco del sol de mi balcón, del libro que estaba meses en mi estantería y nunca había empezado por falta de tiempo y del sonido de las hojas de los árboles y de los pájaros gracias al silencio de la calle, que en treinta años nunca me habían parecido tan bonitos e interesantes.

📸: Atardecer en el Cabo San Vicente. De cuando podía mirar lejos y planeaba recuperar el trono arrebatado por Scar.

Juanan Salmerón




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