Haciendo barrio (I)

Ella fue la primera. Han pasado algo más de 20 días y ya no me acordaba. Ha sido Iñaki el que me ha recordado que el primer día ella fue la primera y, al oírla, me decidí a salir y a seguirla. 

Antes del confinamiento, lo único que sabía de mi vecina de enfrente es que en verano le gusta jugar al parchís al fresco de su terraza. El ruido del cubilete, de las risas y de la charla se cuela cada verano por nuestro balcón abierto de par en par para combatir las embestidas del calor murciano. 

Ahora también se que tiene una voluntad de hierro. Ella y la que creo que es su hija salen a aplaudir todos los días. Todos los días. Llueva, haga viento, frío. Incluso si me despisto y me pilla haciendo alguna tarea, si tardo algún minuto más, ella mira hacia arriba buscando una mirada cómplice, un Robin que la acompañe en esta batalla con enemigo invisible.

Y me sonríe. Y suena la música. Creo que no compartimos gustos musicales y, sin embargo, da igual. Da igual que entre nuestros balcones atraviesen insolidarios saltándose la cuarentena. Da igual que en nuestro tramo de calle sólo aplaudamos 3. Da igual porque al fondo oímos las ambulancias y sabemos que se nos oye hasta en el hospital, donde más falta hace. 

Me he prometido que el primer día que volvamos a las calles yo cruzaré a presentarme, a darle las gracias y a disculparme por no haberlo hecho antes, 3 años antes. 

Marta



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