Confitadas

Mi hermana pequeña ha entendido que estamos confitadas. La mayor ha suspirado: ¡cuánta gente existe a la que verdaderamente hay que alabar! Y tras un silencio, añade: ¡qué pena da todo! Se me ocurre compartir la observación: se ve menos polvo en los muebles, pero a nadie parece importarle. Vuestra tía, interviene mamá, dice que su cáncer ha quedado en un segundo lugar. Nos hemos vuelto niñas pequeñas, filosofa mi hermana mediana que pasa las páginas de una revista vieja del montón que esperaban ser tiradas al contenedor. Nuestro padre, cabizbajo, da paseos por el pasillo como si contara los azulejos del suelo. Esperas que llegue la noche, y entonces a que amanezca, dice mi hermana mayor, y luego otra vez lo mismo. Por si acaso, estoy pensando en algo que pueda servirme de veneno, dice mi otra hermana. Nadie la amonesta. Sabemos que le pierde la lengua. Nuestra casa se ha convertido en un convento de clausura con tanta mujer. Cuatro hermanas y mi madre. Mi padre pasaría por una más. Yo ya he probado a sentarme en todas las sillas que tenemos – 22!- y he hecho un balance por lo que hace al grado de comodidad de cada una de ellas. Mi hermana mediana ha improvisado un pequeño huerto en la galería para estar ocupada en algo. Mamá evita recordar que normalmente se le mueren todas las plantas y que conviene echarles agua. Soy más consciente de todas las personas que somos en ésta casa. Demasiadas. Tenía pensado aprovechar para ordenar un montón de cosas mías, pero aún no he encontrado el momento. La teoría de mi hermana mayor es la de que acabará ésta situación y no habremos cumplido ninguno de nuestros planes. Cuando estamos a punto de matarnos, mamá nos da trabajos como el de contar cuántas latas de sardinas quedan en la despensa. O que hagamos una lista de lo que queda en el congelador. En un tono romántico mi hermana mayor suelta: echo de menos hasta los bordillos de las aceras. Todo parece estar más limpio a nuestro alrededor. No dejamos vasos ni platos en el fregadero después de usarlos. Mi padre se asoma al balcón buscando lo más lejos posible. Está más cerca de ser un anciano a quien pronto le llegará su hora, si no ésta vez, la siguiente. Lo debe intuir. También mamá. Pienso en toda la ropa que llevo semanas sin ponerme y que ya estará fuera de temporada cuando podamos volver a salir. ¿No os arrepentís de nada?, nos pregunta a todas mi hermana mediana. Pero las demás andamos perdidas en otros pensamientos. Debéis estar orgullosas de aguantar como lo estáis haciendo, quiere animarnos mamá. Yo sigo separando el tiempo, como en compartimentos pero, me han de recordar que me lave los dientes. Papá dice que es importante que no nos falten pasteles. Mi hermana mayor piensa en las montañas a las que ha viajado en algún momento y que piensa volver como la primera cosa que hará. Por lo que hablamos entre todas puede que cada una de nosotras hayamos dimitido de un montón de ideas que teníamos al empezar el año. Antes que  hijas, sois hermanas, dice mamá. A veces, dice mi hermana mediana, es igual que si estuviésemos presas. Papá abre y cierra los dedos intermitentemente porque está perdiendo fuerzas en las manos de no emplearlas. ¡Estamos confitadas!, repite mi hermana pequeña. La verdad es que yo me encuentro bastante bien y no volvería al colegio nunca más.

Confitadas (Mencia de Mendoza)

Ilustración y texto:
Mencia de Mendoza    9/04/2020




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