No consigo recordar el primer día que oí hablar de coronavirus, pero estoy segura que esa palabra no me sonó tan aterradora como hoy.
¿Con sinceridad? Madre mía, estoy hasta la coro-nilla del bicho. No solo por el miedo que me provoca, sino por todo lo que conlleva. Todos y cada uno de estos 20 días he sentido el pánico de ser una elegida. Y no porque no me sienta fuerte para poder con él, si no porque hay una persona que me ama con toda su alma de forma incondicional y que no podría estar sin mí sin sufrir, mi bebé. Y ¿sabes por qué se eso? Porque soy hija y solo pienso en que no podría soportar el sufrimiento de que ese bicho cabrón me separara de mi madre. Por supuesto que también tengo miedo de que me separe de mi padre, mi marido, mis hermanas o mis amigas. Pero temo por mi madre especialmente, porque es de esas personas que van todos los días a jugarse la vida a un hospital. Y la echo tanto de menos… ella decidió hace tres semanas que era un peligro para su familia y se aisló. Por eso yo necesito culpar a alguien.
Estoy intentando escribir resumiendo todo lo que tengo en mi cabeza y solo me vienen flashes sobre incompetencias políticas, mentiras, malas actuaciones, sanidad, material, sálvese quien pueda, confinamiento, primeras necesidades, muertes sin despedida, aplausos absurdos… Joder esto es una puta locura, y Saramago ya escribió sobre ello. Le faltó llamarlo infección vírica de grave afección pulmonar que mata y lo dejó en la ceguera de la ignorancia.
No sé en qué piensa la gente que dice que será una anécdota, porque no lo sabemos, no sabemos para quien será una historia que contar y para quien resultará siendo uno de los momentos más dolorosos de su vida. Ellos también querrán que se asuman responsabilidades.
Ya habrá tiempo de explicaciones.
Mientras tanto, vamos a escondernos para que ese bicho hijo de puta no nos encuentre.
Alba Morcillo Martínez
