Las flores siguen creciendo

En una vida de calles abarrotadas, bailes, atascos, besos, olor a tierra mojada, abrazos, sol en las mejillas y amores de una noche, de repente, y sin previo aviso, la rutina te abandona a la suerte contigo misma. 

En esa suerte a solas contigo, las mañanas huelen a incertidumbre, las noches son siempre la misma y el futuro flota en el aire. El repentino regalo del tiempo te obliga a aprovechar el momento, como si de una oportunidad se tratase, pero en el fondo sabes que se te ha sido exigido como si de un soldado de guerra fueras. 

Así que decides ponerte a  buscar dentro de ti, mientras miras el trozo de mundo que cabe desde tu terraza y decides que será más fácil si dejas de jugar a cargar con las piedras que tenías dentro. Pero, sin embargo, en lo único que no puedes dejar de pensar es en aquello que no me atreví a confesar, el café que aplazamos, el viaje que no hice o el abrazo que no dí, porque sabía que iban a haber más oportunidades, y claro que las habrá, no os hago llegar hasta aquí para hundirnos en lo inamovible, pero sí para detener el tiempo y pensar que, aunque no lo sepamos, a veces, has dado el último beso.

Lo único que saco en claro de todo ésto, es el de no dejar escapar los momentos entre las manos, por miedo a sentir, a disfrutar o por dejarme llevar por la vida acelerada y programada, porque a pesar de esta extraña realidad, las flores siguen creciendo fuera. 

Ariana Jiménez



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