Distancias…

No hace mucho, preparando los temas de la oposición, repasé el tema en el que se abordaba el estudio de la distancia entre los distintos elementos de la geometría afín (punto, recta y plano). Repasando todos esos conceptos, me di cuenta de que me había acostumbrado a medir las distancias en kilómetros o en horas: mil kilómetros cada semana, diez horas de mi ritmo vital. Mi concepto de distancia se limitaba a mirar, entre sueños, los carteles de la autovía para ver la distancia que quedaba para llegar o mirar el reloj y calcular el tiempo que faltaba para estar en casa.

El 13 de marzo y tras recorrer los últimos doscientos kilómetros, pasar las últimas dos horas en la carretera, este concepto cambió.

Esos kilómetros han pasado a ser metros, los que hay de mi habitación al salón, del salón a la cocina, del primero a la azotea y esas horas se han convertido en una bomba de relojería a punto de estallar. Demasiado tiempo encerrada.

Han aparecido una serie de sentimientos, sentimientos confinados, producto de esa mezcla explosiva entre claustrofobia y agorafobia que mis demonios interiores ya me habían hecho vivir en alguna ocasión. Una mezcla que trae a mi mente una y otra vez, en bucle, el concepto de distancia, pero esta vez el de distancia social y siento miedo y recelo. No sé si voy a ser capaz de volver a abrazar, besar o estrechar la mano sin sentir miedo, sin sentir recelo. No sé si voy a ser capaz de sentarme al lado de alguien en el autobús sin mirarle de reojo, no sé si voy a ser capaz de aguantar la cola del supermercado, no sé si voy a ser capaz de ir al cine y sentarme entre dos personas, no sé si voy a ser capaz de aguantar un concierto, no sé si voy a ser capaz de acercarme a las mesas de mis alumnos a resolver sus dudas, no sé si voy a ser capaz de recuperar mi mes de marzo, no sé si volveremos a ser los mismos o si nos convertiremos en átomos dispersos. No lo sé.

Leo y escucho a gente cercana decir que tienen ganas e ilusión por volver a hacer estas pequeñas cosas, ilusión por recuperar ese contacto social y pienso en mí y surgen las dudas, infinitas dudas. Quiero pensar que son como las nubes y que cuando sople el viento a favor desaparecerán, al igual que esos 1,5-2 metros de distancia social. Ya se verá.

Mientras tanto, siempre me quedará el telediario de la 1, el de las 21:00 horas, cuando al final del mismo Carlos del Amor le ponga letra y música a mis sentimientos confinados.

Encarna Cano



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